viernes, 2 de marzo de 2012

Y EN LOS ÁNGELES SE ACABARON LAS OBRAS (VOL. I)



Los 300 galones texanos que hemos quemado nos han acercado hasta el final del Coast to Coast, con el cuantakilómetros del coche ahora rozando las 5.000 millas. Mientras nuestra fatigada montura se traga las últimas curvas de la CA-1, a lo lejos aparece una boina de aire marrón, la carretera se retuerce en scalextrics de 24 pisos, y todo empieza a tomar el color del hormigón grafiteado. Estamos llegando a Los Ángeles, una enorme área metropolitana donde viven cerca de 20 millones de personas.



La California que queríamos ver (la de los grandes parques, los desiertos, las murallas de granito y las costas salvajes) ya habrá quedado atrás. Si hay que ser sincero, hemos dejado esta ciudad como un comodín al final porque realmente es la que menos ganas tenemos de conocer. Pero por un lado, los vuelos internos a Miami desde aquí parecen mucho más baratos, y por el otro, recorrer la costa pacífica hacia el sur –algo que íbamos a hacer sí o sí- es lo que tiene, que terminas llegando a Los Ángeles. Así que dependiendo de cómo nos haya ido en las semanas anteriores, de imprevistos y atajos que cojamos, podremos tener o no tener tiempo para darnos una vuelta por algunos de los lugares angelinos que merezcan la pena.

Ver Los Ángeles Gorilesco en un mapa más grande

Lo primero, un par de datos: Los Ángeles ocupa una llanura con el Pacífico al oeste y las montañas de San Bernardino y San Gabriel al este. No es una sola ciudad, sino varias ciudades que han crecido hasta formar una magametrópolis, así que de lado a lado te puedes tirar tranquilamente 50 o 60 Km (con sus atascos). Las calles son carreteras, las avenidas, autopistas de hasta 14 carriles; y para colmo el transporte urbano es una mierda. ¿Y esto que significa? Pues coche para todo. Nota mental: hay que evitar las autopistas en las horas punta, es decir, de 7 a 9 de la mañana y de 4 a 6 de la tarde. Y es que aunque queremos sumergirnos en la cultura yanqui, el aspecto de los atascos ya nos lo llevamos bien conocido de Madrid y preferimos pasar del típico atascazo californiano.


En esta esquina de California casi no llueve, de manera que la contaminación puede durar semanas en el aire. Viendo que respiraban aire con calidad de basura, las autoridades tomaron medidas hace años, fomentando la compra de vehículos menos contaminantes. De aquí es de donde viene la invasión de Prius, Volts e Insights que mirará con desprecio a nuestro monstruo movido por un V8 tragón y a su tubo de escape del tamaño de un bote de colacao familiar. Con lo a gusto que se encontraba en las llanuras de Texas…
Nuestra ruta llega a los Ángeles desde el norte, bordeando la costa. Lo primero que nos encontraremos será una pequeña ciudad con un nombre de esos que a todo el mundo le suena a sol, palmeras, chicas en bikini y surferos en sus VW T1: Malibu. En esta ciudad vive gente de pasta, de mucha pasta, a quienes encanta levantar grandes muros alrededor de sus mansiones, de manera que no hay mucho que ver. Aparte de las playas como Zuma Beach, Paradise Cove o El Matador, la famosa imagen de las casas de madera sobre la playa o el Malibu pier serán lo más interesante por aquí.


Visto Malibú, seguimos hacia los rascacielos que veremos al fondo, dejando el mar a nuestra derecha. En media hora habremos llegado a una ciudad que todo el mundo nos ha recomendado, Santa Mónica.


Hay que darse una vuelta por su playa, buscar la placa conmemorativa del final de la Ruta 66, pasear por su pier que mete en el mar un parque de atracciones, o por el Third Street Promenade, lugar donde el señor Tuercas sin duda dará rienda suelta a su vena consumista compulsiva, o a la de encontrar gangas, ¿Quién sabe?


Algo más allá alcanzamos Venice Beach, otro icono imprescindible de Los Ángeles con sus pickup amarillos aparcados a los pies de las casetas de madera de los socorristas.


Este escaparate al aire libre es la meca del postureo y de los piraos, de los machacas del gym, de la creatina, de la silicona y del aceite bronceador. Así que tranquilos, nos integraremos bien en este lugar.



Para más señas, un sector de la playa recibe el nombre de Muscle Beach, y allí encontramos un gimnasio gratuito, cuerdas para trepar, mesas para echar pulsos a Dillon… si, Schwarzenegger era parroquiano habitual, así que no hace falta decir nada más.



Saturados de cachete con cachete y pechito con pechito, le damos la espalda a la playa y nos metemos valle adentro. Podemos enfilar Sunset Boulevard, una avenida con ambientillo que recorre los barrios al pie de la montaña y nos llevará a través de Bel Air y Beverly Hills hasta Hollywood. ¿Qué bien suena esto, no? Pues lo dejamos para el segundo volumen, lo bueno viene siempre en pequeñas dosis.





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